Últimamente ha aparecido un concepto que me ha encantado "la generación ni-ni". No sé quién inventará estas gilipolleces, pero imagino que será algún peridodista desesperado y necesitado de un buen titular con el que no convertirse en uno más de la generación que acaba de etiquetar.
No obstante, yo personalmente más que la generación "Ni-Ni", prefiero verlos como la generación de los ibéricos, más concretamente, la generación de aquellos que han comido bocatas de ibéricos, en vez de bocatas de mortadela, porque no nos engañemos, lo que echan las madres y padres en el bocadillo de sus hijos dice mucho de un país.
Cuando yo era niño, allá por los 80, los bocadillos se comían, a saber y básicamente, de 3 cosas: margarina con azucar, mortadela o chorizo revilla si tu familia era de las pudientes. Luego llegó un día, en la segunda mitad de los 90, donde la margarina, el azucar y la mortadela, se permutaron por arte de la bonanza económica en chorizo ibérico, salchichón ibérico, sobrasada ibérica, paté ibérico ... no sé si en un ataque de nacionalismo centralista, o si en un ataque de estupidez supina.
Pero el hecho es que desde esa fecha la muchachada se fue acomodando al comer ibéricos. En definitiva nos criaron comos los cerditos negros en la dehesa, sin obligaciones, todo el día comiendo ( algunos fumando ) bellota, trotando alegres y sin más preocupaciones que engordar y la autosatisfacción: estudiar hasta los 25 o hasta los 30, que es muy importante formarse, trabajar poco que "el trabajo te descentra de los estudios", viajar mucho, "que es muy importante conocer otras culturas", y mucho ocio, que "hay que despejar la mente del estudio".
Además por supuesto, todo esto alentado por unos padres que no pudieron tener todo lo que quisieron, y se empeñaron profundamente en que a sus hijos no les faltase de nada, ni jamón ibérico tampoco. Unos padres que desde que los niños eran pequeñitos, quisieron que fuesen "lo más", "más que ellos", "más que nadie".
Porque la historia de la generación de los ibéricos, es la historia de la "generación mejor preparada de España", de la generación que inhundó la Universidad pública, de los ingenieros, de los arquitectos, de los licenciados hasta debajo de las piedras. Es en definitiva, la generación que se iba a comer el mundo y se ha comido una mierda.
¿Por qué? Porque ahora ha llegado la triste y cruda realidad, el frío invierno, como en el cuento de la cigarra y la hormiga. Ahora se han gastado los ibéricos, ahora vuelve el chorizo revilla y además no hay para todos.
Durante 10 años hemos crecido en una espiral de estupidez y descontrol, donde hasta el más tonto hacía relojes de madera, donde Pacos Poceros aparecían de la nada, donde Rocas colgaban cuadros en los WCs, donde comprabas una casa, sin construir, para venderla el mes que viene un 10% más cara, y por supuesto, donde comías jamón ibérico, que el chorizo revilla, ya no se llevaba.
Y por supuesto, todo el mundo pensaba, salvo algunos pocos, o todo el mundo quería pensar, que esto podría seguir otros 100 años más. Que esos lustrosos hijos criados con ibéricos, esos hijos con carrera en universidad privada y masters pagados a tocateja con dinero negro nacido de la especulación de cualquier familia de clase media, podrían seguir refoncingandose en el barrillo, con trabajos megachupis en bancos, en lujosos hoteles o en campos de golf del recopete. Y que esos lustrosos hijos, darían a su vez nietos, pequeños cerdillos a los que nuevamente cebar en la dehesa, libres de obligaciones y preocupaciones, en el país de la piruleta.
Pero qué cruel es el futuro, que en vez de adaptarse y amoldarse a los deseos de estos devotos padres, se ha adaptado, quién lo iba a decir, centímetro por centímetro al legado del pasado más reciente.
Las consecuencias todo el mundo las conoce, la solución creo que también: volver al pan con mantequilla y recordar que a los ibéricos se llegó trabajando y con mucho esfuerzo.
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